La Unión Ciclista Internacional (UCI), se vio obligada a tomar una medida concreta para atajar las más de 20 muertes de ciclistas vinculadas al consumo de EPO. A los ciclistas que superen el 50% en el valor de hematocrito en los controles de sangre previos a una carrera no se les permitiría tomar la salida.
El dopaje con eritropoyetina venía siendo un rumor insistente en el mundo de la medicina deportiva. En el ciclismo aparece como el deporte más afectado, pero también se extiende a otros, como el esquí, el piragüismo, el atletismo. En octubre de 1996 en Italia apareció un informe llamado “el informe Donati” – en el que se acusó al 80 por ciento de los ciclistas profesionales de doparse con eritropoyetina -.
La eritropoyetina es una hormona que el organismo humano produce de manera natural en el riñón. Su producción se ve estimulada en situaciones (como la hipoxia) en la que es necesario aumentar los niveles de hematíes en sangre.
La síntesis de esta sustancia en los laboratorios obtenida por primera vez a mediados de la década de los ochenta abrió enseguida un amplio abanico de posibilidades sobre su uso indebido en deportes de resistencia.
Cuando se inyecta esta sustancia en un deportista, se estimula la formación de hematíes (glóbulos rojos) y al aumentar éstos se eleva también la tasa de hemoglobina. Como consecuencia de ello, los músculos (aún recibiendo la misma cantidad de sangre) captan más oxígeno, trabajan de forma más eficaz y se retrasa la aparición de fatiga. El dopaje con EPO imita los efectos de las autotransfusiones de sangre (también prohibidas por la reglamentación anti-dopaje), pero que se hicieron célebres entre los atletas finlandeses en los años 70), pero sin necesidad de desplazamientos a zonas en altitud, extracciones, almacenamiento de sangre congelada ni reinfusiones en vena.
El beneficio en un deportista de la utilización de eritropoyetina exógena (conocida como “eritropoyetina humana recombinante” por la ingeniería genética) no ha sido bien cuantificado aún. Algunos expertos han llegado a cifrar su efecto en un 8% de mejora en la resistencia, pero esto parece un valor demasiado alto. En un estudio publicado por el investigador sueco Bjorn Ekblom, dice que el uso de la EPO sintética puede hacer que un deportista rebaje en medio minuto su record personal en una prueba de 20 minutos de duración. Por lo tanto se trata de una mejora de un 2,5%. Aplicando este mismo porcentaje, el consumo de EPO conseguiría que un atleta de 10.000 metros rebajara su record personal desde 27´45” a 27.
La EPO, como no podía ser de otra manera, está incluida en las listas de sustancias prohibidas por el Comité Olímpico Internacional y las diversas federaciones deportivas.
Desde un punto de vista médico con fines estrictamente terapéuticos, no se debe olvidar que el descubrimiento de la eritropoyetina sintética representó una excelente noticia. La obtención de esta hormona por ingeniería genética (comercializada por primera vez en 1985), aportó un avance significativo en el tratamiento de la anemia asociada a insuficiencia renal crónica, en pacientes sometidos a hemodiálisis. También se ha mostrado eficaz en la corrección de anemias presentes en el SIDA, la cirrosis hepático la artritis reumatoide. Sin embargo, como cualquier otro medicamento, la EPO no está exenta de efectos secundarios. Los efectos indeseables de la EPO en pacientes renales por la relación riesgo-beneficio son aceptables, pero no lo son en un deportista joven y de buena salud.
La EPO puede matar, y eso lo saben bien en Holanda. Los deportistas que se inyectan estas sustancias ven subir sus cifras de Hematocrito (los valores normales en deportistas se sitúan entre 42% y 45%) hasta niveles increíblemente altos, incluso de un 60%. Según los hematólogos, cuando se supera la cifra de 55% se considera que la sangre comienza a esperarse de forma peligrosa. Inyectada en grandes cantidades, la EPO eleva las cifras de hemoglobina en un 20%. La sangre del deportista con una cifra de hemoglobina muy superior a la normal, aumenta peligrosamente la viscosidad y no circula por los vasos sanguíneos con la misma fluidez. La sangre se coagula fácilmente (aquí reside el principal riesgo para el deportista) no sólo por la mayor viscosidad en el torrente sanguíneo sino porque otro de los efectos de la eritropoyetina es la de elevar el número de plaquetas. Si el trombo aparece en zonas vitales del organismo como las arterias del cerebro o las coronarias, la consecuencia puede ser peor: muerte súbita.
Precisamente la muerte en circunstancias extrañas de 16 ciclistas holandeses (incluido el campeón Bert Oosterbosch) entre 1987 y 1990, fue rápidamente relacionada con las administración de EPO. Todas las muertes se iban produciendo de la misma forma: paros cardiacos mientras los ciclistas dormían. El aumento de la viscosidad sanguínea, unida a la baja frecuencia cardiaca durante el sueño fueron apuntadas como causas de estas muertes por diferentes expertos en medicina deportiva.
El Dr. Randy Eichner, catedrático de hematología de la Universidad de Oklahoma City, declaró que “el uso de EPO en deportistas es peligroso porque se está llevando a cabo en personas que luego se someten a esfuerzos muy exigentes. Si a un ciclista se le está administrando EPO, puede alcanzar un hematocrito superior al 55% y, si se dispone a participar en una carrera en ambiente caluroso, se está exponiendo a una situación muy peligrosa. Durante la carrera, y debido a la deshidratación, el hematocrito se elevará hasta cifras cercanas al 70%”. En este punto el ciclista ve aumentada la probabilidad de formación de trombos con riesgo posterior de infarto de miocardio, embolia pulmonar o cerebral. Finalmente, concluye el Dr. Eichnner que tras la administración de Eritropoyetina, “la sangre se convierte en barro”.