En la personalidad de cada cual existe un lado competitivo, tanto si somos conscientes de ello como si no. La competición ofrece desafíos y resulta emocionante. La competición puede resultar agradable y reconfortante, pero también frustrante y contraproducente. Nos gusta entrenarnos para las carreras y a su vez, le estamos pidiendo a nuestra mente que empuje a nuestro cuerpo que poco a poco está envejeciendo de forma progresiva. Las adaptaciones de nuestro organismo a las cargas de entrenamientos al que sometemos al mismo, empiezan a ser distintas. Se necesita más tiempo de recuperación entre dos sesiones de entrenamientos de cargas importantes, aparecen con más frecuencia las inoportunas lesiones (localizadas en su mayoría en la rodilla, pies, isquiotibiales, tendón de Aquiles, gemelos y lesiones meniscales) y se cometen errores propios de atletas experimentados.